HISTORIA


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La tradición vitivinícola de nuestra Bodega tiene sus orígenes en el viejo continente, con Don Domingo Falcone Ruggiero y su hermano José, inmigrantes Italianos provenientes de Corletto Perticara, Provincia de Basilicata.

En el año 1886 se radican en el Departamento de Paysandú (Uruguay) y compran al Estado Uruguayo el predio de Puntas de Curtiembre, donde aún hoy se encuentra la Bodega y el antiguo Viñedo Familiar. Dicho predio se llamó “Granja XX de setiembre”, con motivo de la Unificación Italiana ocurrida en el año 1870.

Aquí inician nuevamente el cultivo de la vid y la elaboración artesanal de vinos. Así lo cuenta Setembrino Pereda, en su libro “Paysandú y sus Progresos” (1896): “y es doblemente meritoria la labor de estos progresistas e incansables obreros del trabajo, si se tiene en cuenta que todo fue hecho a brazo…”

También es importante destacar que en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la filoxera diezmó la viticultura uruguaya los viñedos de los hermanos Falcone no fueron afectados.

Don Domingo Falcone contrae matrimonio con Doña Concepción Caporale Manzolillo, con quien tuvo doce hijos; plantó los viñedos, construyó la casa y la pequeña Bodega familiar en forma artesanal, utilizando cal y albúmina de huevo para unir los ladrillos que formaron las paredes. Hoy, la antigua casona testigo de tantos, se conserva original, oficiando de fachada y dando la bienvenida en la actual Bodega.
El menor de sus hijos, Armando, con mezcla de labriego, empresario e idealista continúa la labor emprendida por su padre, que con silenciosa paciencia y mucho trabajo supo transmitir a sus hijos, nietos y bisnietos.

Más tarde, Leonardo, su único hijo varón, siempre empeñado en superarse, y con la ayuda de su esposa Rosa Cecilia Cernicchiaro, le dan un enfoque socio económico diferente a la pequeña Bodega familiar. Se incrementa la superficie de viñedos incorporando nuevos sistemas de conducción e implantado variedades de alto valor enológico. Lo mismo sucede con la Bodega, la cual se equipa en forma acorde a la calidad de la materia prima.

Hoy la tercera y cuarta generación, con sus hijas, las enólogas Cecilia y Carolina Falcone Cernicchiaro aprendiendo a escuchar de su abuelo y de su padre el complejo lenguaje del vino aportaron el perfecto equilibrio entre lo artesanal y lo tecnológico.

Así lo demuestran sus vinos, reconocidos en los concursos más exigentes en todo el mundo.